En estos días se han conocido algunas noticias sobre el mundo de la montaña que me apetece comentar. Ahí van:
La primera trata sobre el montañero y médico asturiano Jorge Egocheaga, quien tras la ascensión al Kanchenjunga (con el zamorano Martín Ramos) se ha convertido en el trigésimo tercer escalador en el mundo en coronar las catorce cimas más altas de ocho mil metros del planeta.
Con motivo de la muerte en el Anapurna de Bartolomé (Tolo) Calafat en el Anapurna hace cuatro años, hubo un gran revuelo en los medios de comunicación y en las redes sociales. En este blog ya escribí un post en el que intentaba poner luz sobre lo sucedido y aclarar las especulaciones que se habían vertido sobre el hecho. Allí incluíamos una entrevista con la Dra Maria Antonia Nerín, en la que relataba como perdido allá en la altitud, el bueno de Tolo solicitaba el auxilio de Jorge: "Mientras tanto seguíamos en continuo contacto con Tolo. Él no hacía más que pedir que subiera Jorge Egocheaga a buscarle. Pobre Jorge. Yo siempre le digo que él sube los ochomiles dos veces: la primera, para hacer cima, y la segunda, para curar a alguien. Jorge está muy afectado después de todo esto. Todos estamos muy afectados" La fatalidad y la solidaridad que siempre ha demostrado Jorge en la montaña hicieron que él y Martin Ramos (Compañero de ascensión en el Anapurna aquel año igual que este año en el
Kangchenjunga) tuvieran que ayudar a un sherpa con edema cerebral lo que hizo que agotados no pudieran ayudar posteriormente a Tolo
También ha sido noticia el abulense Carlos Soria, quien a sus 75 años se ha subido a las barbas de otro de los gigantes,el Kancghenjunga, el mismo que lograban Jorge Egoecheaga y Martin Ramos. Si crees que es tarde para cumplir tu sueño, no estaría mal que te miraras en el espejo de este "abuelo", este ejemplo de pundonor y superación. Seguro que una y mil veces le habrán dicho, dejalo que con tus años. ya no puedes. Él año tras año, ascensión tras ascensión se empeña en contradecirles y en demostranos a todos que nunca es tarde si el deseo es lo suficientemente fuerte. Enhorabuena Carlos, eres un crack!!
Nota: Esto se lo dedico a mi padre que como Soria también sabe lo que es aguantar a esos ladrones de sueños que tanto pululuan por ahí.
Nota: Esto se lo dedico a mi padre que como Soria también sabe lo que es aguantar a esos ladrones de sueños que tanto pululuan por ahí.
Y por último vamos con una de mis debilidades. Reconozco que soy un admirador de Alex Txikon. Me parece que encarna las mejores cualidades de los vascos. Es un auténtico todo terreno de los deportes de acción, un verdadero Leonardo Da Vinci de la aventura. En su día ya hablamos en este blog de la famosa apuesta contra el Aizkolari Joseba Otaegi, que consistió en levantar 25 veces la piedra cilíndrica de 100 kilos, cortar
catorce troncos de haya de 1,25 metros de
circunferencia y correr 7 kilómetros en la misma plaza. La apuesta la perdió (7.000 euros no es dinero para un vasco) pero su leyenda se extendió como el aceite.
Alex es un tío capaz de irse en furgoneta desde Euskadi a Nepal (y porque no se puede más lejos me cagüen riau), de lanzarse al vacío desde 3.200 metros de altitud en las laderas del Pico Veleta para conseguir el récord de altura en salto base o de subir por primera vez en invierno a la cumbre del Laila
Peak (6.096 metros). Además Alex ha conseguido hollar ya10 de las catorce cumbres de más ochomil metros.
Estos días ha sido noticia por su intento de ascensión al Kanchenjunga, la tercera montaña más alta del planeta (8.556 m), donde ha intentado abrir una nueva ruta en su cara Noroeste. Una inmesa pared de 3.000 metros de desnivel en uno de los ochomiles más difíciles que existen. Todo ello sin oxígeno y sin sherpas. Según sus palabras "el mayor reto al que me he enfrentado nunca en el Himalaya". Pues bien, esta vez igual que le pasara en el año 2.009 cuando se dio la vuelta a los 8.500 metros. ha tenido que girarse cerquita de la cumbre(8450 metros), y puede ser que hoy esté vivo por esa acertada decisión. Han sido según él, "los tres días más al límite de mi vida", y el relato de los hechos te deja helado como las cumbres nepalís "Superamos la primera zona peligrosa y, de nuevo por un largo couloir muy muy tieso de 60 o 70 grados, llegamos a un primer resalte. Lo superamos por la derecha y fijo la cuerda. Un segundo largo para Adam.y, de nuevo a pelo, llegamos a una zona de roca muy vertical. Parece que desde aquí en travesía podremos llegar al collado de los gendarmes. Dima pasa primero la zona de roca. Tras el voy yo y, de pronto, me encuentro un cuerpo semienterrado. Me había ocurrido antes pero no como hasta entonces. Estaríamos en la cota 8.000, y un escalofrío recorre mi cuerpo. ¿Por qué será? ¿Nosotros también podemos acabar así? ¿Es por eso? ¿Nuestra apuesta es quizás lo suficiente arriesgada para como acabar así? Giro la cabeza, aprieto los dientes e intento no perder concentración.
Vamos justos de tiempo y algo lentos. Creo que Adam me insinúa tres o cuatro veces para que dejemos nuestras mochilas, ya que llevamos mucho peso para intentar hacer la travesía y bajar por la vertiente Sur. Pero no le hago caso. No me preguntéis el porqué de mi cerrazón. El objetivo de la cumbre y la travesía no me dejaba pensar. Simplemente escalaba y ganaba metros con mucho peso. Mi objetivo estaba en el collado, para dejar allí las mochilas y llegar a la cumbre. Hasta que hacía las 4 de la tarde más o menos, Adam me paró los pies. Y con razón. Fue la decisión perfecta, o creo que hicimos lo correcto. Nos dimos la vuelta y emprendimos el descenso. Estaríamos por encima de los 8.400, casi 8.500 porque teníamos a nuestra altura la cima del Yalung Kang.
Y es el momento en el que me veo vivaqueando a 8. 500. Creo que gracias a Adam hicimos lo correcto y salvamos nuestras vidas."
Pero no contento con todo lo anterior y con un dedo medio congelado, todavía se planteaba volver a subir. Esta vez la lógica también se impuso "Ahora mismo, el grado de congelación que tengo en el dedo no es gran
cosa, pero si vuelvo a subir y vuelve a enfriarse me estoy arriesgando a
perderlo... Y, sinceramente, a estas alturas de mi vida, todavía
prefiero un dedo a una cumbre. Al fin y al cabo, el Kangchenjunga
siempre estará aquí y podré volver cuando quiera. Pero si pierdo el
dedo, lo pierdo para siempre."