martes, 4 de agosto de 2009

Un viaje soñado

Ya están aquí las vacaciones. Este año ha tocado trabajar en Agosto, un poco al principio y otro poco al final. Que se le va a hacer! En el momento que estamos parece que lo importante es que haya trabajo. En otro momento entraremos en disquisiciones más profundas sobre el trabajo, los horarios, el futuro del trabajo, el trabajo en el futuro y muchas cosas más. Hay mucho de lo que hablar pero ahora no es el momento.

Bien, como decía en breve marchamos de vacaciones, y como los últimos años, nos vamos a "La tierra prometida", a estar con la familia, los amigos, la Aste Nagusia, San Bartolome, etc. etc.
Con tres niños de 4 y 5 años no hay muchas opciones.

Los que me conocen saben que soy un enamorado de los viajes, y tambien un enamorado de Africa, donde he estado varias veces (Marruecos, Tunez, Senegal, Namibia, Zimbawe, Botswana) y donde no me cansaría de volver. Africa tiene un encanto especial, allí parece que la naturaleza domina y el hombre se adapta como puede.

Una de las cosas que más me fascina son las formas de vida tan primitiva que siguen existiendo hoy en día. Es por eso que uno de mis viajes soñados es ETIOPÍA, donde tribus primitivas con formas de vida ancestrales siguen existiendo, en pleno siglo XXI.

El otro día navegando por la red encontré un viaje a Etiopia que me encantó, que me hizo soñar con la posibilidad de hacerlo algún día, y que ahora comparto en este Blog:

El artículo completo puede leerse en esta dirección: http://www.ocholeguas.com/2009/03/16/africa/1237203064.html

Dejo aquí unas pocas fotos y un pequeño relato de este hipnotizante lugar.


Al oeste del cuerno de África, protegida por las dramáticas montañas de Abisinia, las impenetrables tierras pantanosas del Nilo y el indómito valle del río Omo, hay un mundo perdido con las tribus más primitivas del continente negro: los Anuak, los Karo, los Bumi, los Surma, los Mursi...



Comenzamos a cruzarnos con ganaderos de los Karo, una de las 15 tribus que se asientan a lo largo del río. Iban prácticamente desnudos, sus cuerpos aparecían cubiertos con pinturas que imitaban a la cebra o al leopardo, y en el pelo llevaban adornos fabricados con barro y plumas de avestruz.






Con las últimas luces del día alcanzamos el poblado de Turmi y decidimos montar el campamento bajo un enorme baobab. Pronto nos vimos rodeados de hombres, mujeres y niños de la tribu Bume. A diferencia de los Karo, estos adornan su cuerpo con diseños escarificados en su piel, mostrando su identidad tribal.





Nada había cambiado en el río Omo desde que Ángela Fisher y Carol Beckwith lo fotografiaran hacía 5 años: continuaba siendo uno de esos lugares auténticos que todavía quedan en el mundo.


...quizás algún día.

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