El pasado 10 de Febrero de 2011 escribía un artículo en el periodico vasco DEIA, sobre mis oho años viviendo en lliria (Valencia). Hoy pasados ya más de 3 meses, creo que es el momento de ponerlo en el blog:
El pasado día de año nuevo se cumplían 8 años de mi llegada a tierras levantinas. El 1 de enero de 2003 hacía las maletas en mi Alonsotegi natal, cogía mi patera de cuatro ruedas y “sin permiso de trabajo” me afincaba en un pueblo cercano a Valencia.
Muchas cosas cambiaron en poco tiempo, mi residencia, mi estado civil y mi entorno, que pasaba en poco tiempo a estar compuesto por una pequeña banda de enanos. Este hecho compensaba en gran medida algunas de las pérdidas asociadas al cambio. Pero hubo también cosas importantes que no cambiaron en absoluto. El amor a mi tierra, a “Nire Herri Maitea”, se mantuvo y se mantiene siempre como el primer día de mi “exilio” voluntario.
Cuando uno marcha de Euskadi, piensa que en los demás lugares la vida será muy parecida… y no es así. Poco a poco vas despertando, y ese pastel de arroz que creías universal resulta que es un artículo de ciencia ficción en el resto del universo y que por el contrario esas empanadillas que pensabas eran un invento de “Martes y Trece” y que solo se comían en Móstoles, te asaltan en hornos y pastelerías. Despiertas definitivamente cuando abres el periódico y al llegar a la sección de deportes ves que las franjas rojas de tu equipo han desaparecido de la camiseta y que mientras en tu estadio la afición se desgañita por salvar a tu Athletic del drama del descenso, en otros estadios se cargan a entrenadores con equipos en la segunda posición al grito de “Quique vete ya!”.
Es justo decir también que jamás he tenido ningún problema, más bien al contrario he notado que existe cierta admiración por la “gente del norte” como dicen por aquí, y creo que esas pequeñas paranoias que a veces sentimos los vascos “es que por allí nos odian” son totalmente injustificadas. Eso sí, otra cosa es visitarnos. Ahí la cosa está peor. “Donde has estado este verano? En el norte. Me ha encantado Cantabria… o Asturias… o Aragón” pero que pocos se “atreven” a pisar Tierra Santa.
También en los medios de comunicación se notan las diferencias, así quienes día sí día también se arrean sin piedad, se licúan cuando se trata de hablar de “San Patxi López”. Ahí se despachan a gusto con palabras altisonantes como regeneración, constitucionalismo, normalidad, libertad! Cuantos vacíos parabienes! Qué difícil tiene que ser decir tanto bueno de tan poco! El caso más curioso me pasó en Abril del 2009. Llegó un vecino todo emocionado a darme la enhorabuena. Yo que andaba en aquellos momentos enfrascado con la final Athletic – Barça, le dije: “Gracias. Por fin a la final!!” Inocente de mí, me felicitaba por el acuerdo PP-PSOE y por lo que él consideraba la llegada de “LA LIBERTAD”. “No sabía que estábamos en una cárcel” le contesté. Tuve que recordarle la clara victoria del PNV por 5 escaños, y que en ese lugar donde hasta la fecha según él no existía libertad, las cuentas estaban saneadas, y había la mitad de paro que en el resto del estado, donde mandaban los que propiciaban ese pacto.
LA FINAL
Volviendo a la final del Athletic, ese fue uno de los mejores momentos de mi estancia en estar tierras. Desde que el Athletic ganó al Sevilla y se supo que la final se iba a jugar en Mestalla comenzó un periodo mágico para todo hincha del Athletic y para mí en especial. Mientras en la puerta de casa empezaba a ondear una bandera rojiblanca, un cosquilleo de impaciencia y emoción ondeaba en mi interior. Y llegó el mes de Mayo. Hubo suerte con una gestión, y con alguna que otra entrada en el bolsillo, empecé a hacer llamadas que hacían saltar de alegría a quien las recibía. “Prepara el uniforme y las bufandas que de las entradas y el hotel me encargo yo” . “Mañana mismo hablo con el jefe. Aupa Athletic!” Me respondían quienes habían perdido la esperanza de poder ver una final 25 años después. Fue curioso constatar como recibieron la noticia los hosteleros de la zona. “Nos ha tocado la lotería. De Bilbao siempre viene buena gente y además “porten mols diners”. Y llegó la semana de la final, y día a día se iba tiñendo Valencia de Rojiblanco. En el cauce del río, en los parques, en los bares de debajo del trabajo, en los hostales del pueblo veías gente de tu equipo, y uno utilizaba su bufanda para “gritarles” que yo también era de su tribu.
Y fueron pasando los años, y cambiaron las tornas y los días de vino y rosas en los que la Comunidad Valenciana crecía sin parar pasaron a mejor vida, y el drama del paro se extendió como la pólvora.
Hoy con una inacabable crisis, que comenzaba a golpear hace ya tres largos años, muchos suspiran por un tejido industrial fuerte como el conseguido por unos cuantos aldeanos allá en el norte, mientras se pasean entre chalets sin techos, y urbanizaciones fantasmas.
1 comentario:
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